La alfalfa (Medicago sativa) es
uno de los principales cultivos forrajeros en España, con una
superficie de 250.000 hectáreas, según estadísticas del MAGRAMA.
Este cultivo, al tener una simbiosis establecida en sus raíces con
el género Rhizobium, puede dejar cantidades significativas de
nitrógeno en el suelo para el siguiente cultivo.
El género Rhizobium vive en
nódulos de la raíz de la alfalfa, llamados rizomas. Estas bacterias
fijan el nitrógeno atmosférico, que la propia planta puede
utilizar, ya que lo incorporan al suelo.
La alfalfa tiene necesidades
nitrogenadas casi nulas hasta el final de su ciclo productivo, debido
a esta simbiosis. Si una alfalfa dura cinco años en producción,
podemos abonar nitrogenadamente solamente el primer año y luego los
dos últimos en cantidades crecientes, el resto de años se hace
innecesario.
Es interesante saber, que carga de
nitrógeno queda incorporada al suelo el último año debido a las
bacterias Rhizobium. Esta cantidad está directamente
relacionada con la densidad de plantas que se refleja en la siguiente
tabla:
Año 1
|
Año 2
|
Año 3
|
Año 4
|
|
Plantas /
metro cuadrado
|
400
|
200
|
100-130
|
50-100
|
La cantidad de Nitrógeno incorporada
al suelo, varía entre 30 y 220 Kg de Nitrógeno por hectárea en los
35 centímetros superficiales del terreno. Es una cantidad que
depende del estado del cultivo y del tipo de terreno. La media que se
puede obtener en diferentes estudios llevados a cabo es de 120 Kg de
nitrógeno por hectárea. Esta cantidad hay que tenerla en cuenta
para el siguiente cultivo.
Es muy interesante, y tradicionalmente
conocido que tras cultivar alfalfa se siembre cereal, por sus
necesidades nitrogenadas. Así haremos una buena gestión de cultivos
y medioambiental.
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